jueves, 20 de septiembre de 2012

El perfil psicologico de la negacion convertida en adiccion

 

Somos adictos a la negación por naturaleza


Desde hace décadas en nuestros medios se acusan a los diferentes gobiernos elegidos "democráticamente" de modificar los índices estadísticos de la inflación, declamar hechos alejados de la realidad, ignorar los reclamos de la sociedad y la oposición, y de manipular la información a "papeleta limpia" o con promesas de campanas que jamas serán cumplidas. Algunos analistas y periodistas denuncian estos hechos lisa y llanamente como falsedades, mientras que otros, muy escazos, afirman que se trata de un mecanismo psicológico más complejo, que es el de la negación. En resumen: nuestro país es uno que ha sido engañado por generaciones, desafortunadamente esa es nuestra cultura e idiosincrasia como nación en vías del desarrollo exclamando, "e palante que vamo", o "e pa fuera que van".

A nivel individual y simplificando, podríamos decir que negar es un mecanismo inconsciente de autoengaño por el cual escondemos a los demás, pero también y en especial a nosotros mismos, algo de la realidad que consideramos una amenaza a nuestra seguridad o a nuestra estabilidad: física, psíquica, emocional, laboral, económica o la que sea. Y lo hacemos por la razón que sea: porque nos angustia mucho, nos produce tristeza, miedo o culpa; por comodidad para no tener que asumir una responsabilidad o tal vez admitir alguna incoherencia interna; o por soberbia e inseguridad, porque no queremos dar el brazo a torcer y aceptar nuestros errores, entre otras muchas motivaciones.

Creo que todos conocemos y podríamos enumerar ejemplos de negación de la realidad, propios o ajenos, más o menos graves o peligrosos, para uno mismo o para los demás. Podemos haber ignorado un síntoma físico, como un dolor en el pecho, una inusual pérdida de sangre o un cambio considerable de peso. Podemos no registrar conductas extrañas, como la súbita irritabilidad, la falta de interés en las cosas habituales, un olvido importante, un gasto excesivo o unas tardanzas inexplicables. También, pasar por alto señales, como faltantes de objetos en la casa, de dinero en nuestra billetera o en la cuenta bancaria, de bebidas alcohólicas en nuestros colmadones, o del "fiao" que sorpresivamente hoy nos anuncian: " Hoy no se fía, mañana si ", así somos y así lo aceptamos, simple y llanamente.
        
Todas estas señales podrían ser ocasionales y fortuitas, y por lo tanto no significar nada en especial, o nada relevante. Pero también podrían estar anunciando un cáncer, delatando a un marido infiel o un adolescente alcohólico y usuario de drogas, o expresando los síntomas de una depresión. O revelar que un hijo nos usa el auto sin permiso, que la empleada domestica nos roba, que nuestra madre tiene principio de Alzheimer o que estamos nosotros mismos a las puertas de un infarto cardíaco.

Mecanismo de defensa o estilo de vida

¿Quién puede decir que nunca se ha mentido a sí mismo, que nunca ha negado algo de la realidad o que no ha cerrado los ojos frente a algo que le producía sentimientos amenazantes? Quien más quien menos, todos negamos, pero la negación en sí misma no debe ser vista como algo terrible ni patológico. En rigor, la negación es un mecanismo psicológico de defensa y como tal es algo natural. Más aún, los estudiosos en la conducta humana admiten que una cuota de negación es siempre necesaria y hasta esencial para la supervivencia psicológica de una persona. Es una forma de protegernos de situaciones cotidianas que nos abruman y muchas veces nos exceden, o que significan un intenso dolor para nuestra alma, como el que nos produce la sola amenaza de pérdida de un ser querido o la posibilidad de una enfermedad y hasta la conciencia de nuestra propia finitud. Sin algo de negación no podríamos seguir la vida.

En los casos más normales, negar sería desestimar la importancia de un hecho no demasiado importante y de alguna manera ignorarlo, ponerlo en "hold" por un tiempo, para dejar pasar unos días, tal vez unas pocas semanas. A veces, aquello que hemos negado desaparece en un corto plazo: algunos síntomas corporales se van solos, las extrañas señales o los faltantes no vuelven a repetirse, o los problemas que parecían amenazarnos tanto se resuelven por otras vías y con otras personas.

Pero muchas veces nada de esto pasa: el síntoma o la señal que elegimos ignorar vuelve a presentarse y, en general, con más fuerza y evidencia. En ese momento, insistir en la negación y el autoengaño deja de ser un recurso normal de defensa para empezar a transformarse en una práctica peligrosa, primero, porque desestimamos una advertencia o una señal de alerta de un peligro puntual; pero además, porque corremos el riesgo de que la negación se instale como un modelo de conducta o, si quieren, como una forma de vida, y que de esa manera, se extienda a otros ámbitos de la realidad.

La paja en el ojo ajeno

A pesar de haber analizado en mis años de trabajo como galeno dentro del manejo de las adicciones y su relación directa con la negación, descubrí hace poco leyendo una revista norteamericana algo nuevo que se me había escapado. El aviso de una ONG decía: “Denial is a drug”, es decir, “La negación es una droga”. Buscando en Internet encontré el aviso televisivo de la campaña, que empieza con una frase muy fuerte. Mirando a cámara, un adolescente dice: “Yo estaba en la secundaria la primera vez que vi a mi vieja consumir negación” mientras se ve la imagen de la madre tomando una pastilla de un frasco que lleva en la etiqueta el nombre del medicamento: “Negación”. A continuación, la madre encuentra un "zip-lock" con una hierba seca picada y con una hoja de mariguana, entra al cuarto de sus hijos y los descubre a él y a su hermana en evidente situación de estar manipulando una gran cantidad de pastillas, pero simula no haber visto nada y se retira del hogar con un saludo amable, como siempre.

Más allá del eslogan de la campaña antidroga sobre la complicidad necesaria de los adultos, decir que la madre "consume" negación me hizo ver a este mecanismo no solo como una conducta puntual imprescindible en el caso del abuso de drogas, sino como una adicción en sí misma, una conducta de ocultamiento y mentira a la que uno puede acostumbrarse porque genera dependencia y después traslada a otros ámbitos de la realidad. Y como sucede con la mayoría de las adicciones, podría ser necesario consumir cada vez más negación para mantener oculta esa odiosa realidad, de la que nos vamos alejando día a día hasta quedar aislados.

Llegado a este punto y desde esta nueva perspectiva, empecé a preguntarme si se podría pensar en la negación como un fenómeno social y no solo individual. Si antes de acusar al gobierno de negar la realidad y de falsear la información, no sería más honesto y eficaz interrogarnos sobre nuestra propia responsabilidad como sociedad, sobre nuestra imprescindible complicidad como ciudadanos para que estas cosas sucedan en el país y a la luz del día. Porque siempre fue más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio.

Si la negación es una droga, parecería que los dominicanos a lo largo de los años nos volvimos adictos, poco a poco, como siempre pasa con las adicciones, a distintas formas de distorsionar la realidad. Empezamos tolerando “pequeñas” irregularidades en la economía de nuestros gobernantes y terminamos nadando en un mar de casos de corrupción. Empezamos aceptando información pública de la realidad “un poco” sesgada y terminamos con la “historia oficial” primero y con los relatos épicos ahora. Ya ni las imágenes de los niños desnutridos entre la basura, las "voladoras" que se nos cruzan de frente, ni los políticos, diputados, economistas que entran a la cárcel de Najayo, logran sacudirnos.


 


 

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